Cruz que fragmenta
En medio del caos y la inestabilidad, un grupo de personas protesta en las calles con un símbolo que posiblemente sea el que mejor representa la fragmentación de nuestra sociedad: la cruz de Borgoña.
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| Fotografía: The New York Times/Marco Garro. |
Escrito por: Luis Alvaro Chávez
“Ya llegamos a barrerlos, ya llegamos a joderlos. Terruquitos no se escondan quiero verlos en la fosa. De sus tripas saco cebo y se las doy a mi perro”. Estas fueron las palabras expresadas por un grupo de militares en la película La boca del lobo (1988). Ellos tenían la misión de defender un pequeño pueblo ayacuchano de las garras del grupo terrorista más sanguinario del país: Sendero Luminoso. Sin embargo, luego de la misteriosa muerte de dos de sus integrantes, al destacamento militar lo invadió el miedo, la desesperanza y profundos deseos de venganza. Por ello, decidieron tomar cartas en el asunto y empezaron una cruzada de odio ante un enemigo invisible; pero terminaron asesinando a todos los lugareños del pueblo que juraron defender.
En la actualidad, y con justa razón, el terror que emanó Sendero Luminoso sigue presente incluso en las generaciones que no lo vivieron en carne propia. No obstante, también se ha vuelto muy común utilizar el adjetivo de “terruco” para desprestigiar y descalificar a cualquier persona que sostenga críticas al modelo económico o exprese ideas progresistas. En general, según declaraciones del politólogo Daniel Encinas a la BBC, todo lo que es visto cercano a la izquierda es calificado como terrorista por algunas personas.
Estando en un contexto político inestable, en donde la población se ha visto obligada a elegir entre dos fuerzas totalmente opuestas; un grupo de manifestantes revivió el discurso de guerra de La boca del lobo para desfilar por las calles de Lima protestando en contra de un supuesto fraude electoral. Ellos no vestían prendas militares, tampoco portaban fusiles ni granadas. Pero en sus banderas, cascos y escudos de madera exhibían un símbolo respetado por algunos y muy cuestionado por otros.
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| Cientos de personas adoptan una nueva bandera. Fotomontaje: Luis Alvaro Chávez. |
La cruz en la segunda vuelta
La etapa final de las elecciones presidenciales ha generado que el Perú se divida en dos bandos. Por un lado, están quienes han reconocido a Pedro Castillo como el ganador desde el conteo oficial de la ONPE y han aplaudido que finalmente el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) lo proclame como presidente el pasado 19 de julio. Por el otro, están los que sostienen que la ventaja de Perú Libre es producto de un fraude electoral. En este sector se encuentra la Sociedad de Patriotas del Perú, un grupo de jóvenes liderados por Luis Miguel Llanos quienes se identifican como hispanistas y están vinculados con la derecha política más conservadora.
Su emblema es la cruz de Borgoña, un aspa roja sobre un fondo blanco que representa al apóstol San Andrés, quien, según la tradición católica, murió crucificado predicando la palabra de Dios tras varios días de suplicio. Siglos más tarde, esta cruz fue adoptada por diferentes casas de monarcas españoles como emblema, llegando incluso a representar en su totalidad al Imperio Español en el siglo XVI. Es por esta razón que hoy en día la cruz de Borgoña simboliza la corriente ideológica del hispanismo.
“Esto no se trata de una elección que no nos gusta. Se trata del futuro de los hijos de tus hijos. A una constituyente se le contesta con un golpe de Estado y una insurgencia. (…) Debemos estar decididos a todo y a morir por el país. Nosotros no sabemos vivir en un país comunista. Espero que este mensaje le llegue a Pedro Castillo: si quiere guerra la va a tener”, indicó Luis Miguel Llanos en el campamento que instalaron “los patriotas” frente al Palacio de Justicia. El problema de expresar palabras de este calibre es que acrecienta la confrontación que se vive actualmente. Las acusaciones de fraude, la violencia y las críticas sin fundamento exacerbando a quienes opinan diferente podrían provocar que el país entre a un camino de división sin retorno. Según el historiador Patricio Lons, este movimiento puede ser entendido como la crítica hacia la división de Estados en el continente americano producto de las campañas independentistas del siglo XIX, ya que argumentan que esta separación significó un alto en el desarrollo económico y social de la región. En la actualidad, y en el contexto peruano, el movimiento hispanista no solo implica una mayor identificación con el pasado que compartimos con el Imperio Español, sino que también rechaza la izquierda política asegurando que es una vía de ingreso para el comunismo.
Además, es justamente por este tipo de declaraciones que los detractores de la Sociedad de Patriotas consideran que este es un movimiento autoritario y radical. En el conversatorio titulado El fascismo en el Perú: Historia y presente, organizado por el portal La Mula, el sociólogo y docente Tirso Molinari manifestó que es muy común que estos movimientos radicales aparezcan en tiempos de crisis, e incluso los calificó de neofascistas.
“En contextos de crisis y en afán de contra reforma, aparecen ciertos movimientos de extrema derecha muy autoritarios, pero sin las características fundamentales de lo que supone el fascismo. Sin embargo, considero que hay corrientes que podríamos tipificarlas de neofascistas. (…) A los grupos que exhiben las banderas con la cruz de Borgoña, yo personalmente lo considero un grupo neofascista por su parafernalia y su violencia simbólica”, expresó.
El terror por la incertidumbre
La pandemia, la crisis económica, las acusaciones de fraude y el discurso divisor por parte de la derecha peruana ha ocasionado que estos grupos de manifestantes se levanten y no reconozcan los resultados a pesar de que el cambio de gobierno se realizará el próximo 28 de julio. Sin embargo, no hay que perder de vista que Pedro Castillo ganó las elecciones sin ser la primera opción de la gran mayoría de sus votantes en la segunda vuelta; y que solo superó a su contendiente Keiko Fujimori por poco más de 44 mil votos. Aunque, para las periodistas Mitra Taj y Julie Turkewitz, la victoria de Castillo también refleja el repudio a las clases dirigentes del país.
“Muchos simpatizantes de Castillo dijeron que votaron por él con la esperanza de que renueve el sistema económico neoliberal impuesto por el padre de Keiko Fujimori, Alberto Fujimori, un sistema que, según dijeron, condujo a avances iniciales en el pasado pero que al final fracasó en ayudar a millones de las personas más empobrecidas del país. Esa dolorosa disparidad se hizo más evidente cuando llegó el coronavirus”, afirmaron para The New York Times.
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| La Sociedad de Patriotas del Perú. |
Son las promesas de grandes reformas y la propuesta bandera de Perú Libre, acerca de organizar una Asamblea Constituyente, las que más asustan a quienes desean mantener el status quo. Además, el Ideario Programa de Perú Libre, documento que Castillo presentó como su plan de gobierno en la primera vuelta ante el JNE, es un informe que aterraría a cualquiera; por lo que diferentes integrantes de su equipo técnico se vieron en la obligación de asegurar que es imposible implementarlo. A lo largo de la campaña, el ahora presidente electo ha dado argumentos suficientes para ser cuestionado, pero el temor que han infundado sus más grandes adversarios es completamente excesivo.
En su columna para The New York Times, los politólogos Steven Levitsky y Alberto Vergara argumentaron que “las élites del Perú deberían aprovechar los mecanismos democráticos para moderar o bloquear las propuestas más extremas de Castillo, en vez de sacrificar a la democracia en el altar del antizquierdismo”. Y es que todo apunta a que el gobierno de Pedro Castillo será frágil, ya que no tendrá apoyo mayoritario en el Congreso ni en la población.
¿Divide y vencerás?
A pesar de que Keiko Fujimori finalmente ya ha reconocido su derrota públicamente, le sigue haciendo un daño tremendo al país calificando de “ilegítima” la victoria de Pedro Castillo. En su última conferencia de prensa, la excandidata fujimorista también se dio el lujo de anunciar manifestaciones “en defensa de la democracia”. Por esta razón, aún hay grupos de manifestantes que hacen campamentos y vigilias en diversos puntos del Centro de Lima; entre ellos los abanderados de la cruz de Borgoña.
En un Estado de Derecho las protestas son siempre bienvenidas. Pero también hay que ponernos a pensar en que el uso de ciertos símbolos y la forma en como uno construye un discurso político pueden llegar a evocar atisbos de violencia, aun cuando en un primer momento no necesariamente se haya tenido la intención de generarla. Ahora bien, persistir en esta práctica ya no deja lugar a dudas. Por otra parte, el uso de cascos y escudos también implica un mensaje; ¿o por qué otra razón una persona portaría estos elementos en una protesta si se supone que es pacífica? Definitivamente, la irresponsabilidad de los líderes políticos se sigue manifestando en las calles.
Lastimosamente, no parece ser que esta división se solucione pronto. A pesar de que primó la voluntad popular, la prensa, los políticos y los ciudadanos hemos fallado al momento de llevar esta fiesta democrática en paz a puertas de nuestro bicentenario. Si seguimos dándole cabida a políticos que ya no representan a nadie, si no nos atrevemos a alzar nuestras voces contra los fenómenos de la posverdad y dejamos que cualquier persona exprese sus ideas de forma altanera, violenta y falaz; entonces nosotros también nos convertiremos en partícipes perpetuos de esta maldita fragmentación.



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